La intervención femenina en la sustentabilidad, ¿mito o realidad?

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marzo 20, 2022

En las últimas décadas, hemos sido testigos del gran auge que han cobrado los temas medioambientales y la sustentabilidad; no solo en los países de primer mundo, sino también a nivel global. 

Texto por Ana Herrera para Greentology

Entre ellos destaca un término en común, que, con el tiempo, hemos venido a normalizar en uso, pero quizá no hemos sido del todo capaces de dimensionar su alcance e impacto, sus retos e implicaciones. Esto refiere a la sustentabilidad y sus múltiples conjugaciones. 

Y como fue mencionado ya, se trata de un término que hoy en día es bastante común, pero de dónde proviene y qué relación mantiene con aquello a lo que hemos decidido catalogar con este adjetivo. 

Pues bien, el término sustentabilidad es históricamente acuñado a la exministra sueca Gro Harlem Brundtland, quien en 1987, durante su participación en la Asamblea General de las Naciones Unidas, siendo Presidenta de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, hizo alusión a un modelo de desarrollo económico y social que sin comprometer el bienestar de las generaciones futuras, lograra satisfacer las necesidades de las generaciones presentes, haciendo uso consciente de los recursos naturales a su alcance. 

Habiendo sentado los cimientos de dicho término, cinco años más tarde, en 1992, durante el desarrollo de la Cumbre de Medio Ambiente y Desarrollo de Río de Janeiro, Gro Harlem Brundtland presentó su informe “Nuestro Futuro Común”, en el que retomó la premisa del aprovechamiento sistematizado de los recursos naturales para la satisfacción de las generaciones presentes sin comprometer la calidad de vida de generaciones futuras, creando un balance entre el desarrollo económico y social. 

Es en dicha cumbre donde se acordaron 27 principios relacionados con la sustentabilidad que se materializaron en un programa mundial conocido como Agenda 211, con el que 180 jefes de Estado adoptaron formalmente el concepto. Curiosamente y, aunque el término se acuña a partir de la participación de una mujer en una posición de poder, es precisamente poder lo que ha perdido el género femenino en temas de gobernanza; que le acerquen a la toma activa de decisiones en términos de política social, económica y, en este caso, medioambiental que, para efectos prácticos, podríamos resumir como políticas sustentables. Pero ¿a qué se debe esa pérdida de poder y participación de las mujeres en el tema? ¿Será que a pesar de los múltiples esfuerzos por incorporar la participación femenina en temas medioambientales aún seguimos perpetuando los micromachismos en posiciones de poder? Podríamos continuar especulando sobre el cómo y en qué medida las mujeres han sido relegadas a puestos de carácter más bien administrativo, despojándolas de toda oportunidad de opinión, proposición y toma de decisión a un nivel presidencial o directivo.

Para esclarecer mejor lo anterior, hablemos de las siguientes estadísticas: De acuerdo con la ONU (2021), solo un 6% de países tienen a una mujer como jefe de Estado y apenas un 7% presidiendo un gobierno. En total, de 193 países, solo 22 mujeres ocupan una de esas dos funciones, dos más que el año pasado. Información por regiones Por regiones, Europa, especialmente la del norte, es la que más mujeres tiene en altos cargos en 1 Plan de acción exhaustivo que habrá de ser adoptado universal, nacional y localmente por organizaciones del Sistema de Naciones Unidas, Gobiernos y Grupos Principales de cada zona en la cual el ser humano influya en el medio ambiente.

En cuanto a los parlamentos, la mayor representación parlamentaria femenina global corresponde a Nicaragua. Continentes como Europa, poseen un liderazgo con cinco de las nueve jefas de Estado y siete de las 13 responsables a cargo de un gobierno. Entre los países que representan esta estadística, se encuentran como ya habíamos mencionado, aquellos denominados nórdicos: Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, ya que todos ellos son dirigidos por mujeres. Por otro lado, si decidimos evaluar la representación parlamentaria femenina, encontraremos que, a nivel global, el primer lugar corresponde a Nicaragua con un 59% de mujeres; seguido por países europeos: Austria, Suecia, Bélgica y Albania. Extendiendo un poco el listado, llegamos a Rwanda, que con un 55%, ocupa la posición número 6, seguido por Costa Rica en la séptima posición y Canadá en la octava.

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (2020), el porcentaje de mujeres en posiciones directivas varía mucho dependiendo el país del que se trate. Entre los países que a nivel mundial tienen una mayor incorporación de mujeres en puestos directivos (altos), se encuentran:

  1. Botsuana con el 55.2%
  2. Filipinas con el 53%
  3. El Salvador con el 46.7%
  4. Rusia con un 45.7%
  5. Suecia con un 42.3%
  6. Estados Unidos con un 41.1%

Como pudimos apreciar, necesitamos continuar el listado hasta la posición 6, para llegar a un país de Occidente; pues de otra forma no habríamos dejado de mencionar países del viejo continente, con excepción de Botsuana, que se encuentra en el sur de África.

Ahora bien, no podríamos conformarnos con haber mencionado a Estados Unidos, puesto que se trata de una potencial mundial; o dicho de otro modo, es un país del primer mundo. Si deseáramos asomarnos a la realidad que golpea a países de igual o similar situación que el nuestro, recurriríamos al nuevo estudio del BID1 , publicado en 2021, en el que se informa que las mujeres latinoamericanas solo ocupan el 15 % de los cargos directivos en empresas de la región y apenas el 14 % son dueñas de una firma; revelando, además, que solo en una de cada 10 empresas, el puesto de gerente o director principal lo ocupa una mujer.

Lo anterior se confirma desde la óptica que analiza la composición de los puestos de baja responsabilidad, donde existe una mayor concentración de mujeres (hasta en un 36% por encima de los hombres); subrayando que, culturalmente, las mujeres suelen ser colocadas en áreas consideradas “blandas” como lo son las relaciones públicas o bien, la comunicación. Caso contrario en hombres, a quienes mayormente se colocan en áreas denominadas “duras” como el comercio exterior, o aquellas que implican ser “tomador de decisiones finales”.

Y, para concluir el tema porcentual de la participación femenina en posiciones de alto rango, como lo son los directivos, llegamos a nuestro país, en donde, según datos del informe 1 Banco Interamericano de Desarrollo, es una organización financiera internacional con sede en la ciudad de Washington D.C., Estados Unidos. 2 Techo de cristal: Término que alude a las dificultades que enfrentan las mujeres para ascender a cargos gerenciales y altos puestos como los directivos. “Women in Business 2020”, de Grant Thornton, en México solo el 16% de las mujeres ocupa un puesto directivo; lo que viene a demostrar que, a pesar de los innumerables esfuerzos por reducir la brecha de género en el plano laboral, seguimos topando con aquello que denominamos techo de cristal.

Tomando en cuenta los datos anteriores, bien podríamos decir que se trata de un problema cultural y social que aterriza directa y únicamente en el ámbito empresarial. Sin embargo -y desafortunadamente- no es así, ya que dentro de los múltiples escenarios en los que la mujer es relegada por su género a la realización de actividades de un “impacto menor”, se encuentran las comunidades rurales en donde el contacto con la naturaleza y la oportunidad de poner en práctica un estilo de vida sustentable es inherente a sus habitantes.

Una vez más el denominado techo de cristal vuelve a hacerse presente para las mujeres de dichas comunidades, pues tal como se menciona en el sitio TNC (The Nature Conservancy): “En México, menos del 20% de los dueños de los ejidos y tierras comunitarias son mujeres. Debido a que las decisiones de la comunidad se toman en la asamblea en la que solamente pueden participar los dueños de la tierra, las mujeres casi siempre son excluidas del proceso. Muchas veces, esto lleva al diseño de políticas que no toman en cuenta todos los aspectos necesarios para el desarrollo. Además, las mujeres reciben menos compensaciones a través de programas de subsidio, tienen menos acceso a las nuevas tecnologías y a los beneficios de conservación que resultan del manejo de la tierra”.

La participación de las mujeres en posiciones con la capacidad de tomar decisiones no es solo necesaria, sino urgente. Lo anterior quedó demostrado en un taller que organizó The Nature Conservancy (TNC), donde pidió a hombres y mujeres que radican en una comunidad cercana a la región boscosa, explicar los beneficios que representan para una comunidad el contar con bosques. Los hombres coincidieron en las ventajas de disponer de madera y, además, de que se trata de un ecosistema propicio para la caza. Las mujeres rescataron la importancia del agua y los medicamentos. En realidad, ninguna respuesta fue incorrecta, lo único que quedó al descubierto fue que naturalmente y por género, la apreciación de oportunidades, ideas y soluciones es distinta; y que, por tanto, es conveniente hacer partícipes Green & Smart Innovation Energy por igual tanto a hombres como a mujeres en lo que respecta a la toma activa de decisiones. Esto, para generar una sociedad más sostenible.

Este, como tantos otros estudios realizados alrededor del mundo, nos permiten concluir una sola pero importante realidad: asegurar la participación de las mujeres en las estructuras de gobernanza de conservación de ecosistemas naturales, lo que conlleva a una mejor preservación y regeneración del recurso, resultando en el desarrollo sustentable de la comunidad o región de la que se trate, repercutiendo positivamente en la calidad de vida de sus habitantes. Si queremos lograr avances significativos en estos temas, debemos fomentar, incorporar y asegurar la participación de las mujeres en la toma activa de decisiones a todo nivel, desde gubernamental y empresarial como comunitario.

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